Hago y escribo lo que me sale y me viene en gana.

jueves, 28 de noviembre de 2013

...

Y entonces él llegó con su sonrisa tan extensa como el cielo y llenó su aburrido mundo interior de tantos colores que hasta el arco iris tuvo celos...

Casper.

domingo, 28 de abril de 2013

Lanzar la moneda.


Llevaba un sombrero de copa y una pajarita adornaba su cuello. El vestido de vuelo blanco roto que había sido de su madre caía ciñéndose a su cuerpo, y a nivel de la cintura se abría como los pétalos de una flor.
Estaba de pie, mirándose sus zapatos rojos de charol. En la mano llevaba una moneda que había encontrado en el camino. Era una moneda antigua, estropeada por el tiempo, y en la otra una rosa blanca. 
Le gustaban las rosas.
Una de las espinas se había clavado en su dedo índice y una gota de sangre roja intensa brotaba y salía hacia fuera como si buscara liberarse del torrente sanguíneo, como si ya no quisiera llegar de vuelta al corazón, ese corazón que nunca había llorado y que ahora se ahogaba en un mar de dudas infinitas.
Levantó la mirada y delante de ella se abrían dos caminos. Dos caminos muy distintos y a la vez atrayentes. En el de la izquierda se levantaba un cartel de "prohibido el paso".
Ella se acercó, lentamente, y con cada pisada, sus zapatos hacían ruido.
Mucha vegetación se abría ante sus ojos. Árboles de grandes copas daban cobijo a un sinfín de animales salvajes y exóticos. Jadeó. Daba miedo, pero a la vez excitación.
Retrocedió, y más decidida se aproximó a la linde del camino de la derecha. En este caso, los árboles eran escasos, y los ruidos de los exóticos animales disminuían. A los lados del sendero creían flores de mil colores, y si miraba hacia arriba, se podía ver el cielo, sin ningún árbol que obstaculizara su vista desde abajo. Este, al contrario que el anterior, transmitía paz y tranquilidad.
Ella volvió al sitio en el que estaba situada en un primer momento y cerró los ojos. Sabía que debía elegir, pero era indecisa por naturaleza.
Entonces abrió la mano y vio la moneda. Quizás si asignaba cara y cruz a cada uno de los caminos y dejaba la elección en manos de la suerte, podría ahorrarse el estar horas pensando el sendero a escoger y no llegaría tarde a su evento.
Sabía que eso siempre le funcionaba, no solo porque le sacaría de dudas, sino porque en los segundos en los que la moneda daba vueltas en el aire, ella sabría qué cara le gustaría que saliera.

Casper.


martes, 23 de abril de 2013

He vuelto para quedarme.

Después de un año, mis dedos vuelven a teclear :)

TENTACIÓN.

“Ahí estaba, de pie, en mitad de aquel salón abarrotado de gente, de caras extrañas para mí que charlaban y presumían de pertenencias y de hijos que estudiaban en universidades prestigiosas. Camareros iban y venían con bandejas repletas de canapés y copas de vino blanco y champán.
Él estaba en un rincón. Vestía una camisa blanca impoluta y unos pantalones negros que se ajustaban a la forma perfecta de su trasero. 2 botones desabrochados dejaban al descubierto unos pelos sueltos del pecho. Su mandíbula marcada estaba en tensión.
Un escalofrío se apoderó de mi cuerpo.
Me miraba. Me miraba desde su posición estratégica y desde allí se hacía más fuerte, y a mí me temblaban las piernas. Me miraba con ojos escrutadores, de deseo. Esa mirada que dirigía hacia mí desde el primer día que nos cruzamos, y que me obligaba a apartar mis ojos de él. Esa mirada de serpiente, de felino, una mirada que hacía sentirme pequeña y desnuda, como sabía que él me imaginaba.
Pero esa noche no. Esa noche estaba retándole yo, y él lo sabía. Me sentía poderosa embutida en mi elegante vestido negro.
Cogí una copa de vino de una de esas bandejas que volaban, y sin dejar de mirarlo, le di un sorbo dejando el rastro de mi pintalabios rojo en el cristal.
De repente algo cambió en su gesto, y una media sonrisa apareció en su cara, incitándome a dirigirme hacia él.
“Quizás sea el mismo demonio encarnado”, pensé, “o quizás quiera darme el mejor sexo de mi vida”.
Mis piernas de pronto se movieron solas y comencé a andar cruzando la sala. Como en una película, la gente se apartaba cuando pasaba y yo me regodeaba en ello.
Me planté delante de él y lo miré, al principio desafiante, después paseé mis ojos por su cuerpo mientras sentía que algo se movía en mi interior. Inhalé profundo para saborear su aroma y con un gesto de mi cabeza, lo guié para que me siguiera, y cuando me di la vuelta, sabía que me escoltaba como perro a su amo…”
… Me desperté sobresaltada y empapada en sudor. De nuevo el mismo sueño se adueñaba de mi mente.


Casper.


lunes, 30 de enero de 2012

Lectura 2.0.

¡A las buenas tardes! 
Y más que tarde, que tengo esto un tanto abandonado, pero la época de exámenes y mi, últimamente escasa falta de imaginación, me han hecho que no pueda pisar el blog.
Hoy vengo con una recomendación literaria, sobre todo, para aquellos amantes del misterio que buscan no poder soltar el libro de sus manos ni para ir al baño, y más aún, para esos fans incondicionales del Sr. Carlos Ruiz Zafón (entre los que me incluyo).
A todo aquel que disfruta cuando se sumerge entre las líneas de este escritor, os recomiendo, si aún no lo habeis adquirido, "El prisionero del cielo". 
Yo lo pedí para Navidad, pues para mí, unos Reyes sin un libro, no son Reyes, ni invierno, ni nada :D
Os digo que me lo he leído en dos días, y porque estoy con exámenes y no puedo perder el tiempo en ocios variados, pero de no haber tenido nada que hacer, un día hubiese sido suficiente. 
También os  comento, que este libro es una continuación de "La sombra del viento" y "El juego del ángel", más de este último. Libros que también recomiendo al 100%. Se pueden leer por separado, pero vale la pena leerlos en el orden que fueron publicados para entender mejor la historia y saber de los personajes.

Es realmente genial. Tiene ese punto que te engancha desde la primera línea. Me encanta el ambiente de esa Barcelona de los años 40/50 y he de decir que me he enamorado de "Fermín Romero de Torres" y sus ocurrencias.
Tengo una única pega, y es que es demasiado corto. Me ha faltado más historia, porque eso sí, te deja con la intriga de saber qué pasará en el siguiente. 
Por favor, Carlos, no tardes mucho en sacar el próximo, que me hayo impaciente.

Volveré pronto con nuevas lecturas o nuevas historias que contar :)
Casper.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Tarde de domingo.


El segundero del reloj de la mesita de noche hacía “tic, tac” “tic, tac”. Se había sentado en la gran butaca vieja que había comprado en una tienda de antigüedades por 90 euros. Sus piernas desnudas descansaban en un pequeño taburete. Su pelo recogido con un lápiz, mientras unos mechones le caían despreocupadamente en la cara. Solo una camisa blanca cubría su cuerpo. En su mano un cigarro se consumía, “Tendré que dejarlo”, se decía cada día. De frente un ventanal enorme desde donde se veía la gran ciudad. A su lado Anubis, su gato persa, dormía plácidamente en su gran cojín. Una vela derretía lentamente la cera mientras desprendía un olor a canela y manzana que se mezclaba con el humo del tabaco y ascendía hacia en techo formando espirales.
De fondo se escuchaba “To love somebody” de Janis Joplin.
Miró a su lado, su cama estaba deshecha y vacía, con las sábanas revueltas y unos vaqueros en el suelo. Llevaba demasiadas noches en los brazos del mismo hombre, y eso posiblemente no le favorecía a ella, la reina de la independencia, aunque él era del tipo que le gustaba, un moreno fuerte con chupa de cuero y Jimi Hendrix sonando en su coche.
“Dame lo que quiero y yo responderé igual. Y te aviso, querré más, y tú también.” Le decía a todo aquel que se dignaba a hacerla feliz.

Sonrió mientras contemplaba aquella escena, aquella ciudad llena de gente que iba y venía hacia ninguna parte, que gastaban su sueldo en caprichos caros, hablaban por el móvil o llegaban tarde a cualquier sitio.
Apagó el cigarro y le dio un sorbo a su café. Anubis saltó a su regazo pidiendo atención, solo aquella que podía aportarle su dueña, la que solo le guardaba fidelidad a él.
“Eres el único hombre que me entiende, ¿verdad?- Le decía mientras este ronroneaba suavemente.
Se apoyó en el regazo de aquel sillón usado y cerró los ojos mientras relamía aquella libertad increíblemente maravillosa que dominaba su vida.




domingo, 2 de octubre de 2011

Techodemenos.

Quizás sea el recuerdo de cómo se deslizan sus manos por su piel. Rememorar la sensación que le producen sus labios sobre los de ella. El escalofrío que recorre su columna espinal cuando le acaricia, despacio, suave, parando en cada recoveco, en cada línea, siguiendo los cambios de dirección que le proporciona su cuerpo.
Ella suspira, y busca su lunar favorito. Lo toca con la yema de los dedos.
Sonríe al recordarlo.
Hoy es de esos días en los que se da cuenta de que quizás no haya nadie en la faz de la tierra que pueda hacerla sentir tan mujer, y sabe, de un modo u otro, que son las dos partes de un todo, y que esto no ha hecho nada más que empezar.




martes, 27 de septiembre de 2011

La caja de cerillas. (Final)

10º Capítulo

Mientras me duchaba y emperifollaba pensaba en cómo se les había podido ocurrir toda aquella historia que parecía sacada de una serie de televisión por lo enrevesada que era.
Un remolino de sentimientos se agolpaba en mi cuerpo, y no sabía cómo hacer para separarlos. Sentía rabia por pensar que había perdido un tiempo precioso pensando que Lucía y Guille estaban juntos, estaba cabreada con Guille, pero a la vez me invadía una felicidad extrema al saber que mi enamoramiento absurdo tenía correspondencia por parte de mi amigo.
Decidí llamar a Lucía, y después de pedirme perdón mil millones de veces y confesarme que fue idea de ella, quedamos en que aquella noche yo haría como que no sabía nada del asunto y actuaríamos como lo habían hecho durante toda la estación estival. Le conté todo sobre mis sentimientos hacia Guille y se alegró tanto, que no tuvo ningún problema en ayudarme en lo que necesitara aquella noche.

Saqué mi nuevo vestido calado color beige y me subí a unos tacones con los que debería afrontar la noche si quería estar despampanante. Le di color a mis labios y me hice un recogido bajo. Cuando terminé me miré al espejo y sonreí. Esa noche sería mi noche, y no iba a perder el tiempo como hizo mi abuela tantos años atrás. Pero antes, Guille merecía un pequeño castigo.
A las 11, como siempre puntual, mi querido amigo llamó a la puerta.
Casi me caigo de espaldas cuando lo vi con aquel pelo alborotado, tan guapo y tan distinto a los demás chicos, y con ese olor suyo que me embriagó nada más se acercó a mí para darme un beso en la mejilla.
-          ¡Vaya! Estás… muy guapa Gabi.- Dijo mientras noté como se le enrojecían las mejillas.
-          Gracias. Tú también lo estás.- Me hubiera encantado tirarme en sus brazos y decirle que lo amaba con locura, pero debía seguir mi plan a la perfección.- ¿Nos vamos?
Esa noche no cogimos la moto. Preferimos cogernos un bus para llegar a casa de Jorge.
Habíamos quedado con Lucía a mitad de camino, y según lo hablado, tenían que seguir actuando si yo quería que todo saliese como tenía previsto.
Al llegar, ella le plantó un beso a Guille, quedándose mi amigo con cara de pasmarote. Una sonrisa cómplice se nos formó en la cara a las dos y nos miramos divertidas.

Jorge era el típico chico que lo tiene todo, pero que es buena persona, no de los típicos que presumen de que viven bien. No, él tenía amigos por cómo era, no por lo que tenía.
Su casa estaba situada en una de las zonas más caras y pijas de Córdoba y nos solía invitar siempre que sus padres no estaban para pasar la noche o el día en su piscina.
Al llegar nos quedamos atónitos con la decoración. Supuse que todo aquello había sido obra de Marta, su novia. Todo estaba repleto de velas, y cintas de colores colgaban del techo allá donde fueses. Habían montado una especie de barra en el jardín y un foco daba luz a aquella zona. La música estaba alta y te invitaba a no parar de bailar. No había mucha gente, la suficiente para estar a gusto y pasarlo bien.
Poco a poco iba cogiéndole el punto a la noche y pronto el alcohol empezó a actuar como una mezcla explosiva en mi cuerpo.
Guille y yo nos mirábamos de reojo desde la otra punta del jardín donde hablaba con unos y con otros, mientras las chicas y yo nos movíamos en la zona de baile que habíamos dispuesto en mitad del césped.
Mi estómago era un revoltijo de nervios y en lo único que pensaba era que quería besarle y soltar todo lo que llevaba dentro.
De repente, Lucía me cogió de la mano y me llevó arrastrando al servicio.
-          ¿Se puede saber a qué estáis jugando?
-          ¿Qué? ¿Quién?- Pregunté haciéndome la loca.
-          Vamos Gabi… Lleváis toda la noche sin hablar, cada uno en una punta mirándoos de arriba abajo. No sé a qué estáis esperando la verdad.- Lucía me miró enfadada.
-          ¿Y qué se supone que tengo que decirle? No lo sé Lucía. Lleva conmigo desde que tenemos 3 años, y se me hace extraño verlo de otra forma. Y me resulta muy difícil decirle todo lo que le tengo que decir.
-          Pues ármate de valor antes de que la “nueva” quiera llevárselo esta noche.- Con la nueva nos referíamos a una prima de Irene que siempre venía en verano y que cada año se llevaba a algún miembro de la pandilla. Lucía me cogió de las manos y me miró muy seria.- Gabi, él piensa que no es correspondido, y no va a estar esperándote mucho más tiempo, ha perdido la ilusión y hasta tiene ganas de perderte de vista para que no le duela tanto cuando te vea, así que no desperdicies más tiempo.

Tragué saliva. Las manos me temblaban. No sabía cómo solucionar todo esto, pero Lucía tenía razón y yo no quería acabar como mi abuela, sola y con el amor de su vida a cientos de kilómetros.
Salimos fuera con las demás y advertí que Guille no estaba con los chicos. Esperé a que apareciese y empecé a ponerme nerviosa. La “nueva” tampoco estaba allí. Una crisis empezó a invadirme y un ataque de nervios se apoderó de mí. De pronto los vi volver juntos de dentro y se sentaron en un sillón del jardín cerca de donde nos encontrábamos. Lucía reparó en mi cara y fue a rellenar mi vaso, que se esfumó como la espuma. El alcohol entraba en mi cuerpo que daba gusto. Sentía celos, rabia e impotencia al verlos allí. Me sentí realmente mal, sabía que estaba borracha y me quería ir a casa a llorar como una niña pequeña.
En lugar de eso, me armé de valor y me planté delante de los dos.
-          ¡Tú! ¡Eres imbécil! ¿Lo sabías?- Grité dirigiéndome a mi amigo.
-          ¿Gabi?
-          Eres un idiota que tiene que inventarse una relación con Lucía para darme celos y que no tiene el valor para decirme que quiere estar conmigo, porque te parece más fácil irte lejos y que nos distanciemos y dejar que esto no tenga ni un principio ni un fin, a intentar hablar conmigo. Y ahora intentas ligarte a ésta, para sentirte mejor. ¡Te odio Guillermo Martínez! ¡Esta noche te odio con todas mis fuerzas!

Solo cuando paré de hablar me di cuenta de que la gente nos miraba y de que yo estaba llorando a moco tendido. Ni siquiera sabía cómo había salido aquel discurso de mi boca porque me sentía mareada. Miré a mi alrededor y corrí como pude hacia la puerta, donde me quité los tacones y enfilé calle abajo a grandes zancadas.
Lágrimas negras por culpa del rímel resbalaban por mis mejillas. Sentí que alguien me llamaba pero no quería volver la vista atrás, solo quería correr hacia ninguna parte y perderme.
De pronto noté que se me nublaba la vista y que me caía al suelo. Y luego nada.
Amanecí en una cama ajena a la mía todavía con el vestido puesto. Mi cuerpo estaba entumecido y me dolían los pies.
Me incorporé y descubrí que aún estaba en casa de Jorge, lo que supuse que era una de las habitaciones que tenían para invitados. Fui al baño y me miré en el espejo. Tenía un aspecto horrible. Intenté asearme lo que pude y en un flash recordé todo lo ocurrido la noche anterior. Se me cayó el alma a los pies. Me pregunté qué habría pasado. No recordaba la mitad de lo sucedido.
Al salir del baño encontré a Guille en la habitación sentado en el borde de la cama. Me sonrió como él solo sabía, y me quedé petrificada.

-          ¿Cómo estás?- Preguntó con vergüenza.
-          Avergonzada.- pensé decirle muchas palabras más, pero esa resumía gran parte.
-          Vine a ver si habías despertado y al ver que la cama estaba vacía, me he quedado a esperarte. He llamado a tu madre y le he dicho que nos hemos quedado todos aquí y que volveríamos para la hora de comer.
-          Gracias. ¿Qué pasó anoche?- Me daba miedo formular esa pregunta.
-          Te mareaste y te traje aquí. No quería que tu madre te viese en ese estado.- Me explicó.
-          Gracias de nuevo. Guille yo…- Ni siquiera sabía por dónde empezar a disculparme. Intuía que mi actitud no había sido para nada madura.
-          Gabi no necesitamos esto ahora. Te propongo que nos vayamos a casa, comamos, descansemos, y quedemos esta tarde donde te apetezca.

Asentí sin más. No tenía fuerzas ahora para enfrentarme a conocer los detalles de la noche anterior.
Sin más dilación, me acompañó a casa y quedamos en vernos sobre las 9 para pasear por la judería. Era la hora que más me gustaba en verano, pues los bares estaban a rebosar de extranjeros y esa zona hervía de vida.
Pasé toda la tarde ensayando mi discurso, quitando y añadiendo palabras inútiles que solo querían expresar lo enamorada que estaba de él y lo arrepentida que me sentía de mi comportamiento.

Cuando llegó la hora, fui yo a buscarlo a casa. Sabía que esa noche me tocaba dar a mí todos los pasos. El paso que mi abuela no dio con Eduard, me tocaba esa noche darlo con mi mejor amigo.
Caminamos en silencio durante un buen rato, callejeando, perdiéndonos y volviéndonos a encontrar. Intercambiábamos miradas y palabras mínimas y no paramos de andar hasta llegar al puente romano, donde nos quedamos apoyados en uno de sus muros.
Nos miramos y sonreímos.

-          Lo siento. – Solo salió eso de mí.
-          Shhh.
Guille posó un dedo sobre mis labios y me acercó hasta él.
-          Llevamos muchos años juntos y he tardado en darme cuenta de que eres la tía más genial que conozco. No quiero ser un cobarde. Quiero poder decirte todos los días que te quiero, Gabi. No me importa en absoluto que anoche los dos nos comportáramos como idiotas, ahora solo me importas tú.- Me lo dijo con toda la sinceridad de la que fue capaz.

Mis piernas no dejaban de temblar y mi corazón bombeaba sangre a la velocidad de la luz. Mi mano buscó su pelo y él posó la suya en mi cintura acercándome a su cuerpo. Sus labios se posaron en los míos y una electricidad nos recorrió a los dos. Mi otra mano bajó por su espalda mientras nuestras bocas se buscaban. Fue el primer beso compartido, de los muchos que vendrían después.

Esa noche caminamos juntos a casa de la mano. Quizás no había sido tan feliz en toda mi vida.
Cuando me dejó en casa y me volvió a besar, todo me supo a despedida y a comienzo a la vez, de algo nuevo en mi vida, y sabía que aunque estuviésemos lejos a partir de ahora, siempre seríamos Gabi y Guille, igual que siempre fueron Gabi y Eduard.
Al tumbarme en la cama y cerrar los ojos, me di cuenta de que mi abuela ya no estaba conmigo. Se había ido después de haber podido transmitirme su historia, y de un modo u otro supe que llegó y se fue en el momento adecuado de mi vida en el que yo necesitaba respuestas.
“Gracias por todo abuela.” Y con ese pensamiento me quedé profundamente dormida.

Bueno, pues aquí termina nuestra historia compartida entre Ángela y una servidora. Espero que os haya gustado y gracias a los que han parado a leer :)